El diálogo con lo que perdura
Cada época impone su dictado y marca unas tendencias: quien necesite un refugio seguro puede acudir a las pautas de lo actual, seguir ese patrón que ha despertado el consenso del momento. Pero el artista genuino sabe que la creación es un ejercicio más complejo que una moda, un intento de diálogo con lo eterno y no sólo con el presente, supone asomarse a un abismo sin certezas donde no puede valer la cómoda verdad que han acuñado los otros. Isabel Bayón siempre ha bailado desde una investigación serena, ajena al ruido y a la distorsión del entorno, consciente de que no debía acoplarse al compás por el que entonces parecía moverse el mundo. Cada vez que ha pisado el escenario la bailaora se ha buscado a sí misma, y en sus coreografías han aflorado sus alegrías y miedos, una red de sentimientos demasiado complejos para ser únicamente la expresión de una etapa. Frente a lo efímero, Bayón pretende con su movimiento lo que permanece, lo imperecedero, lo que siempre hablará del ser humano y en lo que cualquier espectador, no importa la fecha, podrá seguir sintiéndose reconocido. Una obra tejida con pasión, desvelo y entusiasmo echa raíces en la vida, y aguantará por muy intenso que sea el viento que procure derribarla.
Este espectáculo reflexiona sobre el tiempo y sobre cómo éste influye en lo que hacemos. No habla sólo de la rebelión contra ese gusto voluble, esas corrientes de opinión que a veces nos arrastran, de la arbitrariedad con la que lo moderno pasa a ser antiguo, y lo antiguo, más tarde, volverá a estar en boga. Isabel Bayón se mira en el pasado para entender de este modo su presente: un creador ha de tener memoria para tener futuro, ha de avanzar desde el respeto al patrimonio que ha heredado. Este montaje conjuga piezas musicales y estéticas de ayer con una sensibilidad de hoy, y el recorrido reivindica a aquellas personalidades auténticas que fueron más allá de las convenciones: nombres como Sabicas, Paco de Lucía, Ramón Montoya y Manuel Vallejo, maestros que ensancharon con su talento los márgenes del flamenco y a los que la intérprete rinde un homenaje en esta obra. Caprichos del tiempo no se aferra a la nostalgia de que cualquier pasado fue mejor: lo que hace Bayón es proyectarse al horizonte, aunque desde un territorio intemporal, el del arte que no se rige por la inercia, el de los grandes maestros que tuvieron el arrojo de buscarse a sí mismos y tras ellos abrieron una nueva senda.