bailaora de flamenco · compañía de flamenco

Balance perfecto

Balance perfecto

Silvia Calado. Sevilla, 19 de septiembre de 2006

‘La puerta abierta’. Isabel Bayón: baile, coreografía. Miguel Poveda: artista invitado (cante). Jesús Torres: música, guitarra. Paco Arriaga: música. Sergio Martínez: percusión. Carlos Grilo, El Lúa: palmas. Pepa Gamboa: dirección escénica. Iluminación: Juan Manuel Guerra. Escenografía: Antonio Marín. 14º Bienal de Flamenco de Sevilla 2006. Teatro Central. Sevilla, 19 de septiembre de 2006. 21 horas

 

Isabel Bayón tiene la clave. La bailaora sevillana ha encontrado en ‘La puerta abierta’ una equilibrada fórmula para mostrar el baile flamenco solista. Y el componente básico es la sencillez, una sencillez que todo lo impregna. Está en su baile, depurado hasta el extremo en términos de mujer, de personalidad y de tradición. Está en el acompañamiento, el más sucinto cuadro hecho de cante, guitarra, percusión y palmas: sólo seis artistas en escena. Está en la estructura y la presentación, en la que no hay más cita que la de un acceso a otro espacio abierto a la interpretación y en la que no hay más hilo conductor que el preciso ritmo entre pieza y pieza. Y todo ello se ofrece con tal intimidad, tal elegancia, tal desnudez, que el público queda atrapado del primer al último minuto.

 

Han pasado unos meses desde la presentación del boceto y tenía razón al anunciar que sentía esta gala de la Bienal como el verdadero estreno. Sin desmerecer a Juan José Amador -todo un maestro del cante para bailar-, quien ha venido a sustituirlo da una dimensión diferente al espectáculo. No hay duda de que Miguel Poveda es un artista especial, un cantaor venido de las alturas a embellecer lo que toque. Junto a Isabel Bayón hace una pareja para ser enmarcada, rebosante de dulzura y de amor por lo hermoso. La implicación del cantaor con el proyecto de la bailaora se intuye total. A la bailaora la multiplica en escena. La sensualidad la hace más sensual cuando se trata de abordar la milonga. La coquetería se la torna más coqueta en el pasodoble que acaban bailando agarrados… para comérselos (ver vídeo online). El sabor se lo vuelve aún más sabroso en las alegrías, el número central y el más explosivo del espectáculo. Ay, cómo se mueve esa bata de cola palabra de honor, pegada a su portadora, ante ese cante añejo, que tan pronto se pone meloso, como se pone sabijondo y secular. Vaya generosidad la suya, teniendo como tiene en unos días la puesta de largo de su nuevo disco ‘Tierra de calma’ en el Teatro Lope de Vega.

 

La guitarra-música de Pepe Torres también protagoniza otro dueto de altura con la bailaora. Sale a colación en la pieza del mantón que vuela, que gira, que envuelve. Y en los momentos más íntimos, las transiciones utilizadas para el cambio de vestuario en un segundo plano a la vista del público, la sonanta se queda sola. Y la bailaora muta de ropa al son que le marca, traduciendo a movimientos los leves sonidos del instrumento. A veces hasta se la oye canturrear en ese espacio suyo. Si es que hasta el vestirse es en ella baile. Y es que la guitarra carga con el peso musical de toda la obra -que cuenta con Paco Arriaga en la autoría del encantador pasodoble-, sólo aderezado por las atinadas percusiones de Antonio Coronel, tan ambiental como rítmico, y las palmas ‘made in’ Jerez. A la música en directo se suman con total acierto varias piezas enlatadas. Por un lado, las ‘Variaciones Goldberg’ de Bach, una música hecha para acunar que Isabel Bayón dibuja con sus brazos. Y, por otro lado, el cante antiguo de Agujetas y de Anica la Piriñaca, que aparecen como fantasmas del interior a recalcar, por martinetes, la cara amarga de la existencia. A destacar, la manera en que se usan los samples, ya sea interrumpiendo el momento climático de las alegrías, ya sea como pieza con entidad propia como la final, bailada por la Isabel Bayón que sabe ser fuerte y sobria.

 

Y también merece comentario la hilazón de todo el conjunto diseñada por Pepa Gamboa, el extremo cuidado de todos los detalles que entran en juego, desde las transiciones a las entradas y salidas de los músicos -porque la bailaora siempre está en escena-, pasando por la iluminación, la sencilla escenografía… y hasta el ‘the end’, ese instante en el que, ovacionados por un público realmente entusiasmado, los seis se van cantando el «deja la puerta abierta, deja la puerta entorná, por si alguna vez me dieran tentaciones de llamar». Que vengan muchos espectáculos de esta calidad en lo que resta de festival.